APRENDER A APRENDER


         Pienso el acto de crear como una continua fiesta de la vida del Universo en perpetua regeneración. Toda nace, persevera y se transforma para continuar mutando en infinitas variaciones.
         La escuela y la cultura, como centro y motivación del aprendizaje humano, están expuestos a las mismas leyes que rigen todo organismo vivo y, en consecuencia, las exigencias para sobrevivir implican un acto  continuo de esfuerzo, invención, iniciativa, imaginación y desplazamiento hacia el centro de búsqueda de la excelencia.

EL PREMIO


A  las ocho de la mañana del primero de diciembre de l978, inusitadas llamadas telefónicas sorprendieron mi habitual lectura de La Voz del Interior. Mi libro de cuentos,  El Jardín de las Flores Invisibles, había sido galardonado con el Premio EMECÉ  de Literatura. 
Una hora después llegó un telegrama que borraba las dudas y acentuaba mi estupor: Juan Coletti. Córdoba. Comunicamos Jurado Emecé  ha premiado su obra Jardín Flores invisibles. Rogamos comunicarse telefónicamente. Felicitaciones. Emecé Editores. 

EL ARPA BIRMANA


Fue necesario un devastador ciclón para que la mirada del mundo se posara  en un perdido rincón de Asia, la antigua Birmania, y  para que también nosotros, por una sencilla asociación,  recordáramos una bellísima película en blanco y negro, filmada en 1956, El arpa birmana.

LA MISIÓN DE SIMÓN WAINSTEIN


       -Tengo la misión de viajar por el mundo hasta encontrar al niño y ejecutarlo - dijo  Simón Wainstein, y me sonrió.
       Sus ojos azul claro me miraron fijamente y sentí que su mente estaba grabando la conversación. ¿Quién era ese hombre alto y desgarbado, cuyo rostro me recordaba al de León Trostky? Me había sido presentado aquella misma noche por Sonia Rabinovich, al finalizar el acto en que yo había presentado su libro “Poemas para conjurar el miedo”, en una de las salas del Centro Cultural la Casona.

DUELO EN EL CIELO DE LOS SUEÑOS


                        
El alazán de cola recortada portaba, a paso corto, un espléndido jinete. Desgastadas lloronas sujetas a las botas de potro, chiripá y poncho cubriendo la arrogancia bajo un sombrero de alta copa. Cruzado a la cintura, bajo la faja, el cuchillo cebado en la violencia.
       En el empalme de dos huellas serpenteantes se levanta el boliche, oasis para la soledad de esos hombres taciturnos que deambulan por la llanura húmeda y verdosa de la provincia de Buenos Aires.

FALSAS APARIENCIAS




      Nicandro Pereyra caminaba por una huella arenosa en Campo Toledo cuando vio a un perro al que golpeó duramente con su rebenque sin que el pobre can ni siquiera lo hubiera mirado.
       El perro, aullando de dolor, corrió rumbo al rancho donde se encontraba, trenzando un lazo de siete cuerdas, el capataz de la estancia, don Nicanor Sanjulián. Postrándose a sus pies y mostrando su cuerpo herido le pidió que hiciera justicia con el peón que lo había maltratado tan cruelmente.

EL VIAJANTE



           
El hombre conducía su moderno automóvil por la ruta 7. Eran las once de la noche: tenía hambre y bastante sueño.
        -“En el próximo pueblo –pensó- cargaré nafta y aprovecharé para comer algo liviano. Me gustaría descansar porque mañana temprano sí o sí debo estar en Córdoba”.

EL SUEÑO DEL PASTOR



        Perdidos sus ojos en la contemplación del rebaño que mansamente pastaba cerca, Omar el pastor se fue quedando dormido bajo la sombra perfumada de un lapacho y soñó que Ashpa Sumaj, la doncella bruja del monte, lo transformaba en una oveja en castigo por haberla deseado. Despertó sobresaltado y en verdad, era una blanca oveja bajo el cielo azul de Machayuay.

EL NIÑO EN EL ESPEJO


No  siempre los perversos escapan al castigo. A la antigua presunción que habita en la conciencia popular de que no todos los crímenes son descubiertos y sus responsables castigados, le cabe la excepción que justifica la regla.
Es difícil saber si al contar esta historia nos impulsa un sentido de la justicia natural, el odio o la justificación de la revancha para desear el peor de los males a los culpables, hijos de Caín. Lo cierto es que estos hechos no han surgido de la imaginación de un escritor sino de una simple noticia policial.

EL MARCAPASOS

                   
                 
        Apenas despertó de la anestesia, el torturador recordó que la joven doctora, antes de operarlo, le había preguntado: ¿No me recuerda? Por supuesto que entonces no la recordaba pero ahora, que regresaba convaleciente a su casa de campo en Ascochinga, una imagen repentina lo trasladó, veinte años atrás, al Centro de Detención de La Perla. En ese momento sonó el teléfono celular. ¿Sí? Una pausa. ¿Quién habla?

EL CURANDERO





        Encaramados sobre la ondulante falda de los cerros de Barrancas se encuentran aún los antiguos viñedos que trabajó durante su vida un hombre desconocido que hizo del servicio al prójimo un inimitable modelo de santidad.
       Su nombre ha sido reservado intencionalmente para que esa historia de renuncia y humildad se conozca sin deformación alguna y sea testimonio del modo en que el Destino lo escogió para que expresara con ejemplares actos el sentido de ciertas leyes que controlan la naturaleza de la vida humana.

DETRÁS DE LA VENTANA




Estoy terminando de cenar. Sobre la mesa, revistada de hule, juego con los significados de los simétricos dibujos. Los demás hace tiempo que acabaron de cenar y sólo yo permanezco en una de las cabeceras, masticando lentamente. Mi madre limpia los platos en la cocina y desde allí me vigila y sonríe. Le respondo con una seña de mi mano y se pone a llorar. Siempre pasa lo mismo. No tengo a nadie que me ame tan profundamente y, sin embargo, no puedo transmitirle idéntica emoción. Me pongo triste y dejo de comer.

LA LEYENDA DEL FALSO CREADOR






Cansado de la feroz desobediencia y de los constantes actos subversivos de Lucifer, el Creador dispuso que el Hijo de la Luz fuera confinado a una distante galaxia, en un sistema solar donde brillaba, como una gema azul, la floreciente Tierra.

LA NODRIZA




     Un poco más de un año tenía Ramoncito cuando se extravió en el espeso monte de Las Tunas. Una pareja de chanchos, cuyos hijos habían sido  devorados por  perros cimarrones, lo adoptó.  Al principio, ella  lo alimentaba  con la tibia leche que brotaba de sus tetas generosas; luego, el niño aprendió a engullir raíces, hierbas y frutos silvestres y se convirtió en un robusto cuadrúpedo, arisco y montaraz, en cuya mente la noche depositaba fragmentos de un lejano caserío habitado por amables espectros.

EL AJUSTE



Antonio Navarrete comprendió la parábola de la vida en su último momento,  después de  recorrer medio siglo de ignorancia y brutalidad y sobrevivir a su propia congoja espiritual.
        Buscaba a un hijo, que había abandonado antes de nacer, con un instinto despiadado y hambriento de justicia para sí mismo y para todos los hombres.

NIÑOS ESCLAVOS


         No solo en Pakistán, en la India, en Costal de Marfil y en innumerables países,  millones de niños padecen una humillante  esclavitud sino también en América, incluido nuestro país, tal como nos informan ONGs  de todo el mundo, entre ellas Save the Children.
        Trabajando en tejedurías clandestinas, en el cultivo de la papa, el algodón, el tabaco, la vid, la cebolla y en cualquier actividad en la que resulten productivos, se calcula que actualmente existen más de 400 millones de niños y niñas (muchas de ellas como domésticas y otras prostituidas) manchan el mapa del mundo con los estigmas de esta antigua trata. Pero, como del tema poco y nada se habla, podemos ver a un niño recogiendo cebollas o ajos o algodón en Mendoza, en San Juan o en el Chaco y nadie dice nada y lo poco que se sabe rara vez se publica.
        Sin embargo, no ha sido un nuevo Gandhi o un Mandela quien ha salido en su defensa sino un niño, Iqbal Masih, cuya historia contaremos brevemente.
        Cuando tenía cuatro años de edad, Iqbal fue cedido por su padre a un fabricante de alfombras a cambio de un

préstamo de 600 rupias (equivalente a 12 dólares) que necesitaba para cubrir los gastos de la boda de su hijo mayor, según ancestrales hábitos sociales y religiosos de su país, Pakistán.
        El pequeño fue obligado a realizar jornadas laborales de más de doce horas diarias durante las cuales permanecía encadenado y sometido a golpes por mínimos motivos.
        Como el padre de Iqbal no pagaba, la deuda  se fue incrementando, por lo cual debió permanecer durante varios años más en la esclavitud. Las duras condiciones laborales y la escasa alimentación afectaron su crecimiento de tal modo que a los doce años tenía la estatura de un niño de seis.
        Cuando tenía apenas diez años, en 1992, Iqbal escapó de la fábrica de alfombras y, con el apoyo del Sindicato Bhata Mazdoor Mahaz denunció ante el mundo las condiciones de esclavitud que vivían millares de niños en su país.
        El escándalo cruzó las fronteras de Pakistán. Nuestro héroe fue conocido y reconocido en todo el mundo gracias  a los medios de  comunicación y a las organizaciones que denunciaron la vergonzosa trata de niños.
        El 16 de abril de 1995, mientras Iqbal circulaba en bicicleta, fue asesinado a tiros por un grupo de sicarios a cuyos amos sería muy fácil identificar.
        Ese fatídico día es recordado desde 1998  como “Día Mundial contra la Esclavitud Infantil”.
        Hoy nos preguntamos: ¿Hemos honrado el legado de Iqbal Masih? ¿Fue la suya una lucha y una muerte en vano?
        No tengo respuestas. Solo se escuchan  las voces del silencio.

Juan Coletti

EL LATIDO DE LA TIERRA


         
“El tiempo se acortará al grado de que un año parecerá un
mes, un mes un día y un día una hora. Cuando el tiempo se
contraiga, el saber será arrebatado, habrá guerras civiles,
la avaricia caerá sobre el corazón de los hombres y  reinará el
asesinato…”

Hadiths, profecías de Mahoma (575-632)



        No debe existir una persona que en los últimos veinte años no se haya inquietado al advertir el veloz paso del tiempo. Las horas y los días, las semanas y los meses, los años y las décadas fluyen sin que  podamos hacer nada para frenar su incontrolable  aceleración.
        Aunque los relojes siguen marcando mecánicamente una duración fija de 24 horas para un día terrestre, en realidad son apenas 16 horas las que vivimos según las conclusiones de los científicos que afirman haber descubierto el origen de esta anomalía. La aceleración del tiempo subjetivo es una realidad que nos obliga a preguntarnos: ¿vivimos en realidad más años que las generaciones anteriores o simplemente duramos más biológicamente pero no existencialmente? ¿Qué mecanismos  cósmicos o planetarios están influyendo en las condiciones de vida hoy en la Tierra de un modo nunca antes registrado? ¿O es el hombre con sus modernas tecnologías el responsable de estas modificaciones?
        Hoy es unánime la certeza de que todo se inició en 1952 cuando el doctor Winfried Otto Schumann de la Universidad Tecnológica de Munich, comprobó que el  campo electro magnético que rodea la tierra (alrededor de 100 kilómetros hasta el límite con la ionosfera)   poseía  una resonancia más o menos constante de unos 7,83 hertz. (Hertz es la unidad de frecuencia del número de veces que se repite por segundo cualquier fenómeno electromagnético).
        Esta resonancia conocida hoy con el nombre de su descubridor, es una especie de marcapasos al que se ha dado en llamar “el latido de la Tierra” por cuanto  es el responsable del equilibrio de la biosfera, lugar donde se manifiestan todas las formas de vida conocidas. La mayor o menor fluctuación de un campo provoca directas perturbaciones en los demás.
        Las ondas de la Resonancia Schumann regulan nuestro reloj interno actuando sobre los estados de vigilia, el sueño y los sueños, las secreciones hormonales, los estados mentales, la estructura genética (ADN). Se estima que durante miles de años, tantos los vertebrados como el cerebro de los seres humanos ha tenido la misma frecuencia de 7,83 hertz.
        Sabemos por biólogos y cosmólogos que nuestro globo llamado Gea, Gaia, Tierra o  Gran Madre es un organismo vivo con el cual los humanos formamos una unidad única, inseparable. Como dijo Atahualpa Yupanqui en una bella metáfora: El hombre es tierra que anda.  Como nosotros el planeta vive, ama, siente porque poseemos la misma naturaleza bioeléctrica, vibramos en la misma frecuencia, tenemos un destino común al que no debemos renunciar al menos que aceptemos dejarnos caer en un abismo suicida.
        La Resonancia Schumann puede ser descripta como un sinnúmero de oleadas constantes de ondas electromagnéticas que aparentemente no son causadas por nada referido al interior, a la corteza o al centro de la Tierra sino por la actividad eléctrica de la atmósfera.
        Se ha demostrado que no podemos permanecer fuera de esa frecuencia biológica natural sin sufrir graves daños. Esto se comprobó por primera vez cuando se advirtió que los astronautas rusos y norteamericanos que viajaban al espacio exterior padecían de una serie de trastornos como dolor de cabeza, falta de coordinación, disminución de la capacidad de concentración y alteraciones del ritmo cardíaco. Se comprobó que si se los sometía a un simulador Schumann recuperaban el punto de equilibrio y su salud.
        Nuestro mundo funcionaba así hasta la década del 90 cuando empezaron a detectarse los cambios. La frecuencia vibratoria varió desde 7,83 a 11 y 12 hertz según las regiones. ¿Qué estaba sucediendo? Fue como si el corazón de la Tierra hubiera empezado a sufrir repentinas palpitaciones que antes no había padecido. Similar al síndrome de infarto en los humanos, el aumento del ritmo produce pánico, la sensación inminente de muerte, desequilibrios físicos y mentales tal como lo describe la medicina clínica.
        El descubrimiento de este cambio de frecuencia coincidió con la aparición de notables desequilibrios ecológicos: perturbaciones del clima (aumento de la temperatura), actividad volcánica creciente, mayores tensiones en los conflictos políticos y religiosos entre las naciones, aumento del comportamiento criminal de los individuos y otras consecuencias que los medios documentaron y mostraron a una sociedad desconcertada que más que globalizarse se estaría fragmentando hacia sus opuestos: las primitivas comunidades tribales.
        Volvemos a preguntar, ¿cuál es el origen de estos cambios? Una serie de investigaciones ha llegado a la conclusión de que se ha estado manipulando intencionalmente por parte del hombre estas ondas resonantes, estimulándolas hasta transformarlas en una de las armas más sofisticadas que parece surgida de la mente alucinada de un escritor de ciencia ficción.
        Sin embargo no se trata de fantasías ni de especulaciones intelectuales sino de un programa puesto en marcha por el Departamento de Defensa de los EE.UU. en el año 1990 mediante el conocido Proyecto HAARP, según sus siglas en inglés, conocido como “Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia”, instalado en la isla Gakona, en Alaska en la era de Ronald Reagan (coincidentemente la ex Unión Soviética era considerada en aquellos años como “El Imperio del Mal” del cual había que protegerse)  y la llamada  Guerra de las Galaxias, con el propósito de instalar un escudo antimisiles   para el cual se han invertido increíbles sumas de dólares hasta el 2020. Científicos y activistas de todo el mundo han venido denunciando este proyecto desde hace años aunque, como era de esperar, estas protestas han sido silenciadas y poco ha trascendido públicamente.
        Sea la misma naturaleza en su constante evolución o la intervención deliberada del hombre, lo cierto es que las consecuencias son notorias y constantes. La ciencia ha comprobado que la manipulación de la Resonancia Schumann podría intervenir en los procesos biológicos y psíquicos de potenciales enemigos.
        El ritmo vibratorio de nuestro planeta, de cuyo equilibrio depende la vida de todo cuanto existe, estaría siendo amenazado por la irresponsable manipulación del citado proyecto militar. El aumento o la disminución de la frecuencia normal del rango de 7,83 hertz puede alterar y producir desequilibrios según sean los propósitos de actuar política, militar, económicamente, etc. que podrían ser ejecutados por una determinada potencia, tales como:

·       Alterar la percepción del tiempo en seres humanos y animales.
·       Alterar los procesos químicos celulares.
·       Afectar los procesos de inmunidad.
·       Afectar el ritmo cerebral.
·       Acrecentar o disminuir los estados de conciencia.

La ionosfera, como sabemos, es un escudo que nos protege de las radiaciones mortales del Sol y del espacio exterior. Se sospecha que desde hace décadas, mediante el uso de ondas de radio de alta frecuencia se estarían taladrando agujeros en esta capa protectora con el riesgo de provocar gravísimos daños a la evolución de la Tierra y todo lo que ella contiene: nada menos que nuestra vida y el resto de las especies.
El Proyecto HAARP también conocido como “Arpa del Diablo” tiene, necesariamente, sus defensores quienes alegran que el mismo solo pretende  obtener ventajas de carácter científico y geofísico aunque sus detractores afirman que ese programa ya ha producido consecuencias catastróficas irreversibles.
Se puede considerar este proyecto como un “calefactor” de la alta atmósfera que ha provocado una tremenda ionización como consecuencia del  “efecto-espejo” al rebotar en la ionosfera. Posibles efectos denunciados: huracán  Katrina, recientes terremotos en Chile, Japón y China, tsunami de Indonesia. ¿Realidad o ciencia ficción?
        Aunque la opinión pública lo desconoce, estos experimentos  se iniciaron en las primeras décadas del siglo XX por el físico húngaro Nikola Tesla mediante la emisión de energía en la atmósfera. Tesla, contemporáneo y adversario de Edison y Marconi, entre otros cientos de inventos que patentó o que le robaron, logró la transmisión a grandes distancias de energía inalámbrica, es decir sin el uso de un medio físico. De los experimentos de Tesla de transmitir ondas electromagnéticas que logren reflejarse en la ionosfera y alcanzar grandes distancias es el origen, parece, del Proyecto HAARP. Justamente, aunque  el físico  húngaro fue denostado y murió en la pobreza, muchos de sus descubrimientos están siendo empleados para modificar el clima bombardeando la atmósfera con rayos de alta frecuencia que nos están afectando de manera dramática y comprobable.
        Potencialmente se podría desestabilizar economías regionales a través de alteraciones climáticas a un costo mínimo y sin ningún tipo de compromiso militar o político. Por ejemplo, se ha detectado en la atmósfera la presencia de sal de bario, una sustancia altamente tóxica y absorbedora de humedad (retiene hasta 7 veces su peso) con cuya diseminación se podrían producir grandes sequías.
Si es público y reconocido que el Proyecto HAARP ha sido puesto en ejecución y es subvencionado por organismos oficiales de EE.UU.,  ¿podrían éstos eludir su responsabilidad en caso de sequías, inundaciones, terremotos o temporales en regiones o países adversos a sus intereses, a su política intervencionista como se sospecha que ya ha sucedido  en diversos lugares del mundo?
Sobre las posibilidades de modificar la frecuencia Schumann con lo que esto puede significar, rozamos los límites de ciertas teorías que pululan en los círculos de la ciencia,  el esoterismo y la más pura imaginación a los que los académicos rechazan por carecer de sustento y rigor científico.
Aun prescindiendo de estas contradictorias elucubraciones, entre afirmaciones y rechazos, podemos aceptar que desconocemos las causas pero no los efectos, las sorprendentes consecuencias  de estos cambios  producidos por la evolución cósmica o por obra y responsabilidad humana, ¿quién podía asegurarlo y demostrarlo?
Diferentes estudios sobre la estabilidad  terrestre sugieren que el norte magnético  se está desplazando. Uno de los efectos de este fenómeno sería la alteración en la percepción del tiempo. Si la frecuencia magnética se ha elevado de 7,83 a extremos de 11 ó 12 hertz, significa una evidente alteración del ritmo de la vida. Está bien, aceptemos que descocemos las verdaderas causas, pero ¿quién podría explicar la desorientación que experimentan las ballenas, orcas y pingüinos, las aves y mariposas migrantes que pierden su rumbo y encallan o mueren porque han perdido la orientación magnética que los ha guiado por cientos de miles de años?
Cuando el organismo humano está siendo excitado de manera inédita, ¿quién podría conocer el origen del aumento de la violencia criminal, familiar y social, la homofobia cuyas cifras diarias equivalen a las bajas en una guerra permanente? Quienes han visto el documental de Michael Moore, “Bowling for Columbine” se habrán estremecido ante semejante oleada de ira y muertes en el país que es considerado el paradigma de la democracia y el progreso.
        Como no tenemos respuestas solo nos queda por último exponer otros interrogantes. ¿Cómo ha sido posible que cientos de famosos economistas, incluyendo varios premios Nobel no hayan advertido a tiempo el tsunami financiero, la catástrofe originada por la enfermiza voracidad por la riqueza  que ha afectado a las economías del planeta en su totalidad?
        ¿Será posible que la prepotencia y la altanería militar hayan diseñado un Proyecto HAARP tan eficiente y peligroso que en algún momento, como en la metáfora del aprendiz de hechicero, vuelva  sus poderes contra su creador?
        Dejemos trabajando a los científicos y políticos, a los estrategas internacionalistas, a los ecologistas y humanistas y también a los visionarios y profetas, a los que están convencidos de que nos encontramos  en las vísperas del “fin de los tiempos” anunciados por las Profecías Mayas para el 2012, a los auscultadotes del futuro que predicen el ingreso a la cuarta dimensión, a los astrólogos que nos hablan de la Era de Acuario, justamente ahora, cuando se están licuando los polos que podrían obligar a modificar el nombre de nuestro planeta que ya no se llamaría Tierra sino  Planeta Agua.
        Como ha sido  desde su origen el lenguaje, la imaginación, la poesía y el arte, nos dicen que la vida es más poderosa que la muerte, que la Tierra y el Hombre, vibrando en la misma frecuencia electromagnética, no sólo sobrevivirán a los cambios sino que unidos ingresarán a un nuevo tiempo, justamente cuando llegue “el fin de los tiempos”.


Juan Coletti

EL NIÑO Y EL MONITO



        Soy un monito y vivo en el zoológico. ¡Qué rápido soy! Subo y bajo, salto y me cuelgo de la cola, hago ruidos con mi bocaza.
        ¡Cuánta gente ha venido hoy!
        -Mamá, ¿hoy es domingo?
        -Sí, mi monito, pero quedate tranquilo un momento, por favor. No te hagas el payaso, que me tenés cansada con tantos movimientos.
        Mamá está sentada en un rincón de la jaula pelando bananas para el almuerzo. Mi hermanita duerme y de vez en cuando se rasca la barriguita.
        Desobedezco a mi mamá y continúo haciendo toda clase de monicacadas para que la gente me aplauda y saque fotos.
        -Monito, te dije que no debés comer lo que la gente tira dentro de nuestra casa. No quiero que vuelvas a enfermarte.
        Pero no puedo. Soy un mono genial. Me gustan los maníes, los caramelos y las galletas que me arrojan los chicos.
        De pronto, observo a un niño que me mira fijo, muy fijo. ¿Qué pasa? Me siento aturdido, asustado, confundido. ¿Quién es ése que está ahí, frente a mi jaula? Creo que lo conozco pero no recuerdo su nombre. Ahora suelta la mano de su hermana y me enfoca con su cámara fotográfica. Correo a refugiarme en los brazos de mamá.
        -¿Qué te pasa, monito? ¿Por qué llorás de ese modo? ¿Alguien te pegó, te hizo daño?
        Apenas puedo abrir la boca. Extiendo el dedo índice de mi mano izquierda y señalo al chico que sigue mirándome con sus grandes ojos, sin pestañear.
        -Miralo…miralo…
        Estoy muerto de miedo pero, no sé por qué, me dan ganas de reír al ver a ese muchachito mudo, quieto, con su maquinita de sacar fotos colgada del hombro. ¡Parece tan tonto!
        -Clic.
        Con increíble rapidez, el chico me apunta con su cámara, toma una fotografía mientras yo grito. Más que un grito es un alarido de terror.
        -Nene, ¿qué te pasa? ¿Por qué gritaste?
        Mamá me sacude, trata de calmarme, acaricia mi frente sudorosa.
        -Mamá, tuve una pesadilla horrible. ¡Qué sueño más feo!
        También mi papá se ha despertado con el ruido y viene junto a mí.
        -¿Qué te pasó, varón? – pregunta mientras alisa mis cabellos con sus manos.
        Me acomodo en la cama, tomo un poco del agua que me sirven y empiezo a contar mi sueño.
        -Resulta que estoy paseando por el zoológico  y me detengo frente a la jaula de unos monos. Uno de los animalitos que está saltando de un lado para el otro se detiene y me mira. Me mira, me guiña un ojo y me sigue observando como si hubiera visto un bicho raro. Me preparo para sacarle una foto en el mismo momento en que el monito, trepado a los barrotes, muy cerca de mí, comienza a gritar:
        -“Sos igualito a mí…sos igualito a mí…”
        -Y por eso tanto llanto – comentó mi papá-. Por un simple mono te has puesto a gritar como si estuvieras loco. ¿Qué fue en realidad lo que te produjo tanto miedo?
        -¿Saben por qué me asusté tanto? Porque en el sueño comprendí de pronto que yo era, al mismo tiempo, el monito que brincaba en su jaula y el niño que estaba apuntándolo con una máquina fotográfica.  ¡Es horrible ser dos cosas distintas al mismo tiempo!
        -Bueno, jovencito, a dormir–dijo mamá apagando la luz-, que mañana hay que levantarse temprano para ir a la escuela.
        Mientras cerraba la puerta alcancé a escuchar que me decía:
        -Y que sea ésta la última vez que te comés una banana antes de acostarte. ¿Me escuchaste, monito?



Juan Coletti

YO FUI UN NIÑO ESCLAVO


En estos días la sociedad mendocina está conmovida por las denuncias documentadas de la existencia de niños que trabajan en condiciones de esclavitud laboral. Todos los medios del país se han ocupado de la vergonzosa situación, la inhumana explotación de los pequeños que trabajan en el cultivo y la industrialización del ajo.
Me asombra comprobar que han pasado décadas, tal vez un siglo, desde que los entonces  descendientes  de emigrantes italianos y españoles hasta los hijos hoy de bolivianos continúan siendo la mano de obra más barata en Argentina sin que nadie hiciera sonar la voz de alarma.
En 1941, tenía yo 9 años, mi papá acomodó un viejo azadón para que pudiera ayudarlo a surquear y hacer el “lado chico”. Al llegar ese año la época de la vendimia lo acompañaba a la cosecha. Muy temprano, al amanecer, pasaba un camión a recoger a la gente que se amontonaba sobre la carpa todavía pegajosa por el mosto del acarreo del día anterior.
Con las primeras luces tomábamos una hilera y comenzábamos a llenar los recipientes, tal como se sigue haciendo hoy. Una tarde quise acarrear un tacho que pesa alrededor de 25 kilos y se me cayó cuando intenté subir a la plataforma que permite echar la uva en el camión. Me sentí humillado frente a la risa de la gente y el enojo de mi viejo.
Después, en Fray Luis Beltrán, en Chachingo, en la Finca El Zorzal de Giol y en Russell continué ayudando a la familia sin tener ni la menor idea que yo era un niño esclavo, tanto como mis hermanitas que entonces serían niñas esclavas.
Cuando los diputados, senadores y jueces del trabajo pasan sentados cómodamente en sus automóviles, ¿jamás han observado en las viñas y en las chacras, en granjas y galpones de acopio que miles de niños muy chicos están trabajando a veces por una mísera paga y otras por solo ayudar a sus padres? ¿Sabe la culta y conservadora sociedad mendocina las tareas que hacen los niños esclavos? Voy a hacerles una síntesis.
Apenas terminada la cosecha hay que arreglar los callejones, las acequias taponadas y prepararse para el nuevo ciclo agrícola. Los niños aprenden a podar las cepas, a atar, acarrear los sarmientos, luego a desbrotar, a envolver, a despampanar, a regar.
Cuando pueden sostener la mancera de un arado van por las hileras con sus pequeños y cansados cuerpos haciendo la tarea de los adultos. Algunos, con un poco de coraje aprenden a desorillar, tarea que exige un enorme esfuerzo en todo el cuerpo para evitar que la reja arranque una cepa.
También un niño debe aprender a mugronar, a enguanar, a sulfatar. En 1945 mientras colaboraba con las tareas de fumigar las viñas con sulfato de cobre, al atardecer sentía tanto dolor que tuve que suspender. En mi casa mi mamá, al sacarme la camisa vio que tenía la espalda al rojo vivo debido a que el tanque de la mochila seguramente perdía liquido. En el Hospital de Maipú me curaron las llagas y a los pocos días continuaba trabajando. Era el tiempo en que había escrito mi primer poema:

Florecillas del camino
 que hoy alegráis mi niñez.
¡Oh! Cuando pasen los años
 alegradme la vejez.

Siempre he pensado que Mendoza es la capital de la inmunidad patronal. Los hechos denunciados y los que seguramente saldrán a la luz corroborarán este pensamiento. “¿Qué es ese asunto de los derechos universales del niño?”, se preguntarán muchos explotadores. “Si quieren comer que bajen el lomo. Si los padres quieren trabajo, entonces que sus hijos también lo hagan, por la misma paga”, será la misma y cínica reflexión que tenían y siguen conservando los amos. 
Es posible que el escándalo pase y como en el gatopardismo, “que todo cambie para que nada cambie”. Las generaciones se irán sucediendo mientras padres y madres, niños y niñas continuarán haciendo que Mendoza siga siendo una provincia rica, con su multitudinaria fiesta de la Vendimia año tras año para orgullo propio y maravilla de los turistas. 
¿Y los niños? Bien, gracias. 

Juan Coletti

ORAR Y MEDITAR EN EL SIGLO XXI

        

Orar y meditar suenan como dos palabras extrañas  en la cultura predominante en esta primera década de siglo XXI. Bastaría realizar una encuesta para descubrir que son pocos  los que se han detenido  un momento a pensar sobre los diversos porqué es necesario no marginar técnicas que se relacionan con la autorrealización del individuo y cuyo origen es tan antiguo como nuestra civilización.
Orar, rezar, meditar, visualizar, reflexionar, ¿son acaso ejercicios necesarios en estos acelerados tiempos en los que podemos comunicarnos a distancia en cuestión de segundos y transmitir y recibir  noticias, escritos, imágenes a discreción?  ¿Qué influencia puedo recibir y cómo puedo yo influir en otros con esas prácticas que para muchos suenan como pasatiempos de la posmodernidad? 
Hace 1.000 años, el persa Alí al-Huseyn (980-1037) médico, filósofo y sabio conocido posteriormente como Avicena, había anunciado que: “La imaginación de un hombre puede actuar no sólo sobre su propio cuerpo, sino sobre otros cuerpos distantes”. Desde entonces debieron pasar varios siglos de negaciones, cazas  y quemas de brujas y de científicos, desdén intelectual, ingenuos materialismos y otras pestes hasta que  hombres de la religión y la mística continuaran fomentando y fundamentando esas prácticas que como bien dijo el Mahatma Gandhi, “La oración no  es una distracción ociosa destinada a las ancianas. Bien entendida y aplicada, es el más poderoso instrumento de la acción”. Quienes conocemos la vida de este gran líder sabemos qué tremenda y revolucionaria fue su capacidad de orar y meditar, suficientes para poner de rodillas nada menos que al imperio más poderoso de entonces.
Otro que no derribó imperios pero que fue capaz de crear uno de carácter  religioso con el cual conquistó una gran parte del mundo de su época  fue el español Ignacio de Loyola (1491-1556) creador de la  Compañía de Jesús, los famosos  jesuitas, autor  de las enseñanzas  que fueron  fundamentales en la  Regla de la Orden, LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES que han sobrevivido casi intactos hasta hoy. Ignacio de Loyola escribió a propósito: (transcribimos el texto en el español antiguo en que fue escrito hace 500 años): La primera annotación es, que por este nombre, exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones (…) porque así como el pasear, caminar, correr, son exercicios corporales y, después de quitados, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman exercisios spirituales. 
Si pretendemos seguir rastreando el origen del orar y el meditar podemos remontarnos aún  más lejos en el tiempo, 2.500 años atrás, para escuchar una de las enseñanzas del gran Buda Gautama, quien nos  dice: Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Si un hombre habla o actúa con un pensamiento maligno, el dolor lo persigue. Si un hombre habla o actúa con un pensamiento puro, la felicidad lo persigue, como una sombra que nunca lo deja. 
Es cierto también que mucha gente reza en su casa, en los templos de las diversas religiones y sectas. Es cierto que se practica la plegaria  especialmente para pedir por la propia salud y bienestar y por la de los seres queridos, se pide por ser mejor y barrer las miserias y taras que a diario nos descompensan, se clama por no morir, por encontrar las puertas de la supervivencia, sobrevivir a la muerte del cuerpo, reencarnar, volver a  nacer, morir para encontrarse con los seres amados que se fueron antes. La lista  de los propósitos y reclamos del acto de orar llenaría enciclopedias. 
Si embargo, a  pesar de las buenas intenciones, el mundo permanece inmutable y la sociedad prosigue corroída por los mismos vicios,  supersticiones y maldades que signan las noticias de cada día. ¿Entonces para qué orar? ¿Acaso el orar produce efectos beneficiosos? ¿O los intentos fracasan porque  no sabemos hacerlos correctamente?
A mediados del siglo pasado, un gran maestro de la meditación, Maharishi Mahesh Yogi, llevó a Estados Unidos sus ejercicios espirituales en un libro del que se vendieron millones de copias, “La Meditación Trascendental”.  Sabemos  por los relatos de quienes lo intentaron antes, que los anglosajones son propensos naturales a la vida religiosa pero poco afectos a la vida monacal, a las prácticas místicas tal como lo comprobó Thomas Merton cuando ofreció su abadía a quienes quisieran profesar la condición de monjes contemplativos. 
Sin embargo, millones de norteamericanos, activados por su natural pragmatismo, adhirieron rápidamente a  la práctica de la meditación trascendental. Corporaciones civiles y empresariales, ámbitos académicos y militares descubrieron el poder de la plegaria. ¿Acaso habían descubierto el camino ascendente al Nirvana Búdico? No. Lo que encontraron fue una fuente de poder de realización: salud física y mental, coordinación, creatividad, paz interior, armonía conyugal; el camino al éxito, a la ganancia de dinero, a la abundancia de bienes, de prosperidad. ¿Es lo que pretendió el Maharishi? Sin dudas que algunos deben haber intentado llegar a la cumbre de la montaña aunque el propósito de bienestar del burgués obligó a que nada trascendental sucediera pues ni la muerte, ni el cáncer, ni la locura, ni los vaivenes de las guerras y de la macroeconomía pueden ser controlados aunque millones estén orando. Entonces, ¿qué? 
Maestros de la dimensión de Ramakrisna, de Ramana Maharishi murieron de cáncer. Swami Vivekananda falleció a los 39 años doblegado por una fulminante apoplejía (según el dictamen de los médicos)  después de una sesión de oración y meditación aunque sus discípulos aseguraron que el gran místico había experimentado el  mahasamadhi, un estado de superconsciencia, la unión definitiva con Dios. Teresita de Liseux, enferma de tuberculosis,    dejó su sello sobrenatural a los 24 años en el convento del Carmelo en  el  que permanecía recluida en continua oración y acosada por su implacable Madre Superiora. Simples ejemplos que son simples lecciones a propósito de lo que decidimos pedir a la Vida, a Dios, al centro del misterio, a lo desconocido. Tal vez  orar y meditar no cure enfermedades ni nos haga ricos ni famosos pero en el término de nuestra vida, no importa cuánto dure,  sí es posible que hagamos una conexión, que podamos abrir ciertas puertas que tienen acceso al Tao de la auténtica y única búsqueda justificable: el camino directo del que nos habla la Simbología Arcaica, el Sendero que nos conduce desde el Abismo a la Unión Substancial.
A comienzos del siglo pasado, un joven médico francés, Alexis Carrell,  acompañó a miles de peregrinos hasta el santuario de Lourdes en donde pudo certificar curaciones increíbles, sobrenaturales,  podríamos decir, que le valieron la expulsión del colegio médico de Francia. Instalado  en EE.UU. trabajó en el campo de la fisiología por la cual obtuvo el Premio Nobel. Autor de un célebre libro “La Incógnita del Hombre” que sigue reeditándose hasta hoy, fue también autor de un opúsculo titulado “El Poder de la Plegaria”. Basado en sus experiencias como científico, filósofo y meditador,  dejó una valiosa herramienta para aquellos que decidan incursionar en estas prácticas.
Carrell afirmó que el hombre ha orado y meditado en todas las épocas, tal vez impulsado por su propio desamparo: El hombre -escribió- no ha sabido organizar un mundo para sí mismo y es un extraño en el mundo que él mismo ha creado.  Extrañeza que cada nueva generación experimenta en cuanto la cultura predominante es incapaz de transferir los verdaderos logros que evidentemente no son colectivos, sino individuales.
Dice también: En el curso de nuestra historia, orar ha sido una necesidad tan elemental como la de trabajar, conquistar, construir o amar. En realidad el impulso de lo sagrado parece ser un impulso venido de lo más profundo de nuestra naturaleza, una actividad fundamental. 
En otro párrafo nos encontramos con la definición de la poderosa energía que liberan los ejercicios de la oración y de la meditación al que no siempre sabemos canalizar correctamente: La oración  - afirma - es la más poderosa fuente de energía que cabe esperar. Es una fuerza tan real como la gravedad terrestre. En la oración, los seres humanos tratan de aumentar su energía finita dirigiéndose a la fuente infinita de toda energía. Cuando rezamos, nos ligamos con el inagotable poder motivador que hace girar el Universo. 
Aquí viene otro interrogante: ¿Qué hacer con la energía que liberamos mediante el ejercicio de la plegaria? ¿Es para adicionar como se adicionan los billetes en el banco o para expandir nuestros estados de conciencia más allá del ego, en la búsqueda irrevocable de lo trascendental?
Para persuadir sobre la conveniencia, la necesidad o la oportunidad de orar y meditar, especialmente entre los jóvenes, parece que hoy no es suficiente presentar los antiguos argumentos sino que debemos  buscar el testimonio de  aquellos científicos que están trabajando en el campo de la psiquiatría y de la fisiología, específicamente. Ellos nos permiten echar algo de luz sobre cómo los ejercicios espirituales actúan sobre nuestro organismo. 
El Dr. Arthur Deiknman, psiquiatra, define a la meditación como un proceso de desautomatización de la conducta, es decir que su ejercicio sistematizado hace posible el desmontaje de la estructura mental ordinaria para dar lugar a inesperados estados de conciencia. 
Observamos que dice: “ejercicio sistematizado”, es decir que la práctica debe ser continuada, ordenada de tal modo que haga posible trascender la forma ordinaria de pensar sobre el mundo, la sociedad  y principalmente  sobre uno mismo.
Decíamos al principio: orar, meditar, visualizar. Cuando una persona –afirman los científicos-  traduce  imágenes en el acto de meditar,  se produce un elevado nivel de concentración mental. Este ejercicio absorbe totalmente la atención de la persona y la sustrae de los problemas y preocupaciones del mundo exterior.
De este modo, el practicante es virtualmente transportado a “otro mundo”, a otra dimensión de la conciencia, a un estado mental y emocional más puro. El efecto fisiológico que se logra es el siguiente: las imágenes activadas en el hemisferio derecho del  cerebro  activan el hipotálamo. A su vez el hipotálamo activa el sistema autónomo cuyo resultado es el despertar, el darse cuenta, que impacta sobre todo el organismo.
El sistema nervioso autónomo es un sistema curativo que equilibra y mantiene el flujo sanguíneo, el pulso cardíaco, el ritmo de la respiración y el nivel hormonal indispensable para un correcto funcionamiento del cuerpo, la mente, las emociones  y la sensibilidad.
La medicina psicosomática nos ha enseñado que nuestro ser total es continuamente influenciado por los pensamientos y  emociones que vamos generando a cada instante. Como dijo Avicena influimos y somos influidos por otros seres, por otros mundos, por la Totalidad. 
Tich Nhat Hanh, el monje budista vietnamita de quien acaba de publicarse, justamente, un libro titulado “El Poder de la Plegaria”, nos invita a realizar esta breve meditación:
La mayoría de las personas se ven a sí mismas como olas, olvidando también que son agua. Habituados a vivir en el marco de nacimiento-muerte, todo lo olvidan acerca de aquello que no tiene nacimiento ni muerte. Como la ola vive la vida del agua, nosotros vivimos la Vida que no nace ni muere. Lo único que necesitamos saber es que vivimos esa vida.
Orar y meditar permanecen siempre unidos en el método, y aunque la mayoría sí sabe rezar  no conoce los ejercicios de la meditación. El místico italiano Santiago Bovisio (1904-1962) nos propone una secuencia de meditaciones que parte del lo que él denomina meditación operativa: el trabajo manual del obrero, el campesino, el alma de casa, el que cuida su jardín, el mecánico, etc.; la meditación discursiva, breve y espontánea; la meditación afectiva que moviliza  y reactiva nuestro universo emocional; la meditación sensitiva que ordena y asea nuestro universo sensible, y otras que están al alcance solo de los que son  iniciados por un experto  maestro. 
Esta es  una breve introducción  al fascinante tema de por qué orar y meditar, ahora, en los inicios del siglo XXI, datos que obviamente pueden ser ampliados y discutidos. Son simples pinceladas, sugerencias para aquellos que reciban el toque y sientan el  impulso de aprender un poco más . 
No es necesario creer, tener fe, pertenecer a una religión, ser agnóstico o un escéptico descreído. Orar y meditar son actos privados, íntimos y siempre trascendentes, aunque sean realizados como un juego, por simple curiosidad aunque nadie podrá  quedar a salvo de sus inevitables consecuencias.
Y así como nadie sueña el sueño de otro, podemos enseñar las técnicas y los fundamentos de la plegaria y de la meditación pero jamás entrar en el círculo íntimo de otra conciencia  si el otro no abre sus puertas de la percepción. Como dijo don Santiago Bovisio: “Nadie puede salvar por amor el mal de nadie sino su propio mal”.
 Intentar saber qué somos, quiénes somos ya es un propósito del cual se puede partir al encuentro de lo desconocido. Lo que siga a esa decisión  puede ser tan conmovedor como comprender y sentir que, como dice un aforismo de la Filosofía Perenne:  

Al cortar un manojo de hierbas el  Universo entero se estremece.

JUAN COLETTI