ENTRE LA FANTASÍA Y LA PROFECÍA

"Por Silvia Barei y Pampa Arán"

         En estos días en que la comunidad de ideales tiende a desdibujar las fronteras de los países latinoamericanos, resulta una pretensión absurda encasillar a los escritores en un marco geográfico regional. Si por literatura de Córdoba entendemos una búsqueda ferviente y dolorosa de la latitud universal del hombre, abierta desde el rumbo de Tejeda y acentuada en la expectante vigilia de los últimos años, entonces Juan Coletti es, legítimamente, un escritor  de Córdoba. Y lo es, también, porque siendo mendocino de origen, gestó en nuestra ciudad, donde reside desde 1968, lo más significativo y cuantioso de su producción.
         Se inició como poeta a partir de Canto Labriego (1955) porque “para un niño campesino, la literatura era la posibilidad de transformar todo lo que le acontecía interiormente en un juego que reflejaba el mundo febril e imaginativo de su infancia”, según su propio testimonio. Podríamos agregar que oscuramente, el niño presentía que ese universo mágico de la escritura sería el “hilo de plata” que a lo largo de su vida le revelería el secreto de la propia conciencia y de la interpretación de lo existente.
         Mucho tiempo más tarde aparecerá su segundo libro Poemas para el Hombre sin Sombra (1969) que ya publica en Córdoba. Entre estos dos libros hay un tercero, inédito, terminando en 1957, Aprendiz de Pintor. (Publicado en 1997 con el título El Campesino Ilustrado).
         Esta primera época de su producción se caracteriza por ser asistemática, ocasional, con largos periodos de silencio, hiatos vitales que permiten la lectura y la meditación. Utilizando un símbolo al que alude con frecuencia en sus relatos, es la época de la “crisálida” que en la oscuridad y el silencio, se prepara para su vuelo liberador.
         La segunda etapa literaria de Juan Coletti se configura, en primera instancia, por el abandono del género lírico que será reemplazado por el narrativo, tal vez porque ello supone una actitud dialógica, un franco proceso comunicativo. La actitud del escritor se torna constante y febril, la espontaneidad del aficionado deja paso a una actitud profesional para que el mensaje encuentre los cauces expresivos adecuados. Así aparecen los primeros cuentos, publicados inicialmente en distintos periódicos de Córdoba, Buenos Aires, Mendoza y Montevideo.
         A partir de la lucha cotidiana por la subsistencia dentro de un contexto extraliterario – que no es ajena, por otra parte, a ningún escritor del interior – vivida y asumida como un desafío a la verdadera vocación, la prosa narrativa de Coletti va deslindando una zona del hombre, caótica y luminosa: la vida psíquica, los sueños, la imaginación.
         Por eso en sus cuentos, que podríamos llamar “fantásticos”, sin entrar en demasiadas precisiones terminológicas, lo puramente representativo pierde contornos y límites, sugiere el ámbito de lo extraordinario, generalmente a través de personajes fronterizos,  de este mundo o de otros mundos, que se salvan o se pierden según el grado de su limitación espaciotemporal y su capacidad de trascender el mecanismo biológico de la especie.
         Esto se advierte con claridad en el libro de cuentos El Jardín de las Flores Invisibles (1978), Premio Emecé  de narrativa, cuyo nombre, como su autor lo indica en el Prefacio ha sido tomado de Penkoski (Los caminos hacia la inmortalidad):
         La impresión que provoca la lectura en los años de la infancia y las motivaciones impulsoras de la razón científica señalan, con mayor precisión, los caminos hacia el futuro, que todos los libros y enciclopedias del mundo. Con esta perfecta mezcla de razón y quimera, podemos confrontar el día y la noche, combinar la vigilia y el sueño, lo oculto y lo aparente; entender la lógica y el significado de la fantasía y ver la irresistible luz detrás de las tinieblas, que hace posible cosechar los frutos de la imaginación y contemplar las flores de los jardines invisibles del espacio.
         La hermosa síntesis que transcribimos da cuenta, en lo esencial, de la temática de la obra: el sentido del universo, el tiempo y el espacio, el ritmo cósmico, las verdades ocultas a los sentidos, la identidad de las personas, las metamorfosis de la especie, la relación del hombre con el Creador.
         Podemos afirmar que todo el libro constituye una lúcida mirada que se nutre de la fantasía para organizar la trama pero encierra un mensaje profético: el hombre puede alcanzar el estadio evolutivo para el que ha sido puesto como simiente sobre el planeta. Mensaje de amor, de solidaridad, piedad y justicia porque “cuando se seca el corazón de una raza, el manantial que brota de la esfera amorosa de Dios se interrumpe.
         ¿Cómo hará el Hombre para asomarse al Otro lado y contemplar el Misterio? Simplemente, dejándose llevar sin miedo por la magia de la fantasía, sin aferrarse a prejuicios puramente racionales, porque “no todo lo que existe es lo que existe”.
         No resulta sorprendente, por lo tanto, que este escritor aborde con soltura el ámbito maravilloso de la literatura infantil, donde el oficio del narrador, entendido como arte, estimula la creatividad natural del niño, convocado por su palabra al descubrimiento del mundo. Así aparece La Granja del Abuelo Matías (Editorial Guadalupe, 1981), micro universo en el que los animales criados con amor y paciencia por el abuelo devuelven generosa y espontáneamente, el cariño recibido. Igual que los niños – y muchos adultos – cometen errores y traiciones, escriben poemas o trabajan la tierra, pero conviven con un justo sentido de la responsabilidad comunitaria.
         Un fino lenguaje poético vivifica la materia narrativa y así, un ratoncito puede morar en “en una casa de rocío/bajo la sombra de un olivo” y otro sabe escuchar “tus pasos en el viento/y el sueño de los pájaros dormidos”. Esta pequeña obra, escrita con fruición, combina la dimensión mágica con la íntima y casera de la vida de campo y alcanza su sentido último, casi religioso, en un llamado para todas las criaturas que son rescatadas a través del amor por las cosas pequeñas.
         El tema de la redención por el amor, de los hijos hacia los padres, también alienta en su último libro para adolescentes que ha de aparecer muy pronto (editado por Plus Ultra 1985) La Niña que no quería ser Bruja y que, según lo define su propio autor “es una alegoría entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas”.
         No queremos omitir, en este breve comentario, que Juan Coletti ha terminado un nuevo conjunto de relatos, para adultos, El Manuscrito Adámico, inédito hasta la fecha. (Editado por Ediciones Corregidor en 1991 con el título Detrás de la Ventana). El primer título es un relato en el que se declara la existencia de un antiquísimo relato mítico, reconstruido pacientemente por un narrador perseverante que sale de su oscuridad a medida que se acerca a la luz primordial, “adámica” y original.
         Se trata de un libro complejo ya que “el autor no debe revelar sus claves”, como él mismo afirma y el uso cada vez más acentuado de los enigmas, nos obliga a un recorrido laberíntico, símbolo del universo y del mismo proceso de la escritura.
         Es oportuno destacar que estos últimos cuentos de Coletti, intentan un ajuste lingüístico y la superación de la pura linealidad por el ensamble de varios discursos que remiten al lector a otro plano de la realidad evocada.
         Como en muchos buenos escritores, el núcleo del próximo libro ya se insinúa en el anterior. Así, en el cuento que cierra El Jardín de las Flores Invisibles, leemos:
         Todos se irán a colonizar nuevos mundos, menos uno que permanecerá aquí como testimonio, en la forma de un libro encantado que podrá leerse del principio al fin o de atrás hacia delante, cambiar sus ideas, modificar sus tiempos y sus nombres, mezclarlo todo una y otra vez porque siendo el mismo jamás tendrá igual significado. “Diáspora de los duendes”.
         Libro duende, libro arquetipo, libro universo, libro espejo del acto mismo de escribir, resulta la síntesis de una experiencia subjetiva e integrada que intenta ser transpersonal para que otros hombres la reciban, la asimilen y la conviertan en nueva experiencia. En la suma de innumerables lecturas – que otros pueden llamar influencias – que armonizan en una obra literaria empeñada fundamentalmente en no traicionarse a sí misma.
         Nuestra convicción es que la narrativa de Juan Coletti es unitiva y coherente, tiene un pulso, un latido, un mensaje orgánicamente concebido que tal vez sea una fantasía o tal vez prepare el futuro del Hombre para que éste llegue a ser la conciencia espiritual del planeta aprehendido como entidad viviente:
         Pronto será el día del regocijo, de la exultación y las bendiciones. Vienen hacia nosotros cruzando el océano del Tiempo colmados de semillas y levaduras. Tienen el molde y la arcilla, el polen y el carisma de la vida divina. Habitan arcas de hierro y terciopelo y tienen la abundancia del saber. Son selectos y únicos porque han superado el llanto y el fracaso. Amad y recibid con generosidad a los últimos Hijos de la Tierra. “Los sobrevivientes”.



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