Por Antonio Requeni
Cuando en las oficinas de la editorial Emecé el escribano
abrió el sobre correspondiente al ganador del premio anual que otorga desde
hace más de 20 años la conocida empresa editorial, María Esther de Miguel,
Fernando Alonso y yo -jurados del Premio
Emecé 1978- tuvimos la gratísima sorpresa de saber que la obra elegida, El
Jardín de las Flores Invisibles, firmada con seudónimo, pertenecía a un
escritor prácticamente desconocido, del interior del país (Córdoba). A los
pocos días el autor de esa notable colección de cuentos, Juan Coletti, bajó a
Buenos Aires y los directivos de la
editorial propiciaron nuestro encuentro.
A la alegría de conocer a Coletti y mantener con él un cordialísimo diálogo, añadí
la satisfacción de saber que es en
realidad mendocino, y que gran parte de lo que lleva escrito –aunque muy poco
editado- se vincula estrechamente con su provincia y sus comprovincianos.
-“Yo nací en el pueblo de Chachingo, departamento de Maipú,
el 27de julio de 1932. No cursé más que el cuarto año del secundario y hasta
los 17 años viví como un campesino, pero siempre me apasionó la literatura.
Puedo decir que me hice solo, en todos los aspectos, inclusive el económico”,
comenzó informando Coletti, que es ahora
directivo de una empresa vitivinícola establecida en Córdoba.
Y agregó: “No me considero un literato, un especialista en
literatura. No soy hombre de muchos pero sí de buenos libros, y entre éstos no
sólo los específicamente literarios sino también de economía, antropología,
psicología y muchos otros temas que igualmente me interesan”.
-Pero tendrá, en el plano literario, algunos escritores dilectos…
-“Por supuesto. Son dos y los considero mis maestros: Borges
y Bradbury. Admiro en Borges su extraordinaria maestría como narrador y en
Bradbury su fecunda, generosa imaginación. Yo hubiese querido escribir un libro
que lamentablemente ya está escrito, las “Crónicas Marcianas”. También admiro
la magia y la belleza literaria de Faulkner…”
Propuse entonces a Coletti volver atrás y retomar los datos
de su biografía que empezara a referir al iniciar el diálogo. “Publiqué mi
primer libro a los 23 años –me dijo-, se titula “Canto Labriego” y es un
extenso poema en catorce capítulos, dedicado al trabajador de las viñas. Edité
por entonces la revista “Mediodía”, una
publicación modesta pero que tuvo cierta repercusión, especialmente en Mendoza.
En “Mediodía” publicó sus primeros poemas Tejada Gómez y reproduce dibujos de
artistas plásticos como Luis Quesada, Carlos de la Mota y Zdravco Ducmelic. Siempre
fui muy amigo de los pintores, entre ellos del gran artista mendocino Carlos
Alonso. A ellos está dedicado mi libro de poemas “Aprendiz de Pintor” que
escribí en 1957 y se mantiene inédito,
durmiendo un dulce sueño. En aquella época llegué a publicar alguna
colaboración en revistas de Buenos Aires
y Montevideo. También en 1957, en oportunidad de cumplir el diario Los Andes el
75º Aniversario de su fundación, organizó un certamen literario en el que obtuve
una mención. Otro trabajo de esos años es una fábula novelada para niños
ambientada en Mendoza, “La Granja del Abuelo Matías”.
“Pasé después por un profunda crisis personal. Me sentía
impotente y frustrado, como mucha gente del interior, por no poder editar y
trascender el ámbito provinciano. Todos mis intentos de publicar en editoriales
importantes resultaron fallidos. Pero, con todo, fueron años en los que me
mantuve fiel a la literatura; años de meditación en los que traté de hallar
explicación a muchas cosas. Siempre me preocupó el destino del hombre que es
también la preocupación por mi propio destino.
-¿Cuándo salió de aquella crisis?
-“En 1968 me radiqué en Córdoba y trabajé desde
entonces muy duramente. Un año después
publiqué allí “Poemas para el Hombre sin Sombra”. Hace algunos años me sentí
impulsado hacia la narrativa y escribí algunos cuentos que fui guardando, sin
hacerme muchas ilusiones. Cuando supe del concurso de Emecé, reuní esos
relatos, completé el libro con otros y mandé los originales. Los presenté como
la última alternativa para publicar. Si no me hubiesen dado el premio no sé si
hubiese insistido después en escribir”.
-¡Qué sintió al enterarse del premio?
-“Una alegría profunda; la sensación de que mi vida puede
cambiar desde ahora, como si iniciara una nueva etapa. Además, creo que con
este libro encontré una veta en la que es posible encontrar cosas nuevas…” (Aclaremos para el lector que “El Jardín de
las Flores Invisibles” es un conjunto de relatos donde se mezclan rasgos de la
literatura fantástica, ocultismo, cuento de hadas, ciencia-ficción y un sentido
trascendente del “destino del hombre”).
Antes de despedirnos, Juan Coletti nos refirió el esbozo del
argumento de un cuento que se le ocurrió
mientras viajaba desde Córdoba a Buenos Aires: “El protagonista soy yo, un
escritor que obtiene un premio y llega a la editorial para recibirlo
“Cuando franqueo la puerta me encuentro con
otro hombre físicamente igual a mí que ha acudido apara recibir la misma
recompensa. Además de ser mi doble tiene mis mismos nombre y apellido.
Lógicamente, el premio se lo dan a él…”
Diario
Los Andes, domingo 24 de diciembre de 1978.
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