EL NIÑO Y EL MONITO



        Soy un monito y vivo en el zoológico. ¡Qué rápido soy! Subo y bajo, salto y me cuelgo de la cola, hago ruidos con mi bocaza.
        ¡Cuánta gente ha venido hoy!
        -Mamá, ¿hoy es domingo?
        -Sí, mi monito, pero quedate tranquilo un momento, por favor. No te hagas el payaso, que me tenés cansada con tantos movimientos.
        Mamá está sentada en un rincón de la jaula pelando bananas para el almuerzo. Mi hermanita duerme y de vez en cuando se rasca la barriguita.
        Desobedezco a mi mamá y continúo haciendo toda clase de monicacadas para que la gente me aplauda y saque fotos.
        -Monito, te dije que no debés comer lo que la gente tira dentro de nuestra casa. No quiero que vuelvas a enfermarte.
        Pero no puedo. Soy un mono genial. Me gustan los maníes, los caramelos y las galletas que me arrojan los chicos.
        De pronto, observo a un niño que me mira fijo, muy fijo. ¿Qué pasa? Me siento aturdido, asustado, confundido. ¿Quién es ése que está ahí, frente a mi jaula? Creo que lo conozco pero no recuerdo su nombre. Ahora suelta la mano de su hermana y me enfoca con su cámara fotográfica. Correo a refugiarme en los brazos de mamá.
        -¿Qué te pasa, monito? ¿Por qué llorás de ese modo? ¿Alguien te pegó, te hizo daño?
        Apenas puedo abrir la boca. Extiendo el dedo índice de mi mano izquierda y señalo al chico que sigue mirándome con sus grandes ojos, sin pestañear.
        -Miralo…miralo…
        Estoy muerto de miedo pero, no sé por qué, me dan ganas de reír al ver a ese muchachito mudo, quieto, con su maquinita de sacar fotos colgada del hombro. ¡Parece tan tonto!
        -Clic.
        Con increíble rapidez, el chico me apunta con su cámara, toma una fotografía mientras yo grito. Más que un grito es un alarido de terror.
        -Nene, ¿qué te pasa? ¿Por qué gritaste?
        Mamá me sacude, trata de calmarme, acaricia mi frente sudorosa.
        -Mamá, tuve una pesadilla horrible. ¡Qué sueño más feo!
        También mi papá se ha despertado con el ruido y viene junto a mí.
        -¿Qué te pasó, varón? – pregunta mientras alisa mis cabellos con sus manos.
        Me acomodo en la cama, tomo un poco del agua que me sirven y empiezo a contar mi sueño.
        -Resulta que estoy paseando por el zoológico  y me detengo frente a la jaula de unos monos. Uno de los animalitos que está saltando de un lado para el otro se detiene y me mira. Me mira, me guiña un ojo y me sigue observando como si hubiera visto un bicho raro. Me preparo para sacarle una foto en el mismo momento en que el monito, trepado a los barrotes, muy cerca de mí, comienza a gritar:
        -“Sos igualito a mí…sos igualito a mí…”
        -Y por eso tanto llanto – comentó mi papá-. Por un simple mono te has puesto a gritar como si estuvieras loco. ¿Qué fue en realidad lo que te produjo tanto miedo?
        -¿Saben por qué me asusté tanto? Porque en el sueño comprendí de pronto que yo era, al mismo tiempo, el monito que brincaba en su jaula y el niño que estaba apuntándolo con una máquina fotográfica.  ¡Es horrible ser dos cosas distintas al mismo tiempo!
        -Bueno, jovencito, a dormir–dijo mamá apagando la luz-, que mañana hay que levantarse temprano para ir a la escuela.
        Mientras cerraba la puerta alcancé a escuchar que me decía:
        -Y que sea ésta la última vez que te comés una banana antes de acostarte. ¿Me escuchaste, monito?



Juan Coletti

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