EL LATIDO DE LA TIERRA


         
“El tiempo se acortará al grado de que un año parecerá un
mes, un mes un día y un día una hora. Cuando el tiempo se
contraiga, el saber será arrebatado, habrá guerras civiles,
la avaricia caerá sobre el corazón de los hombres y  reinará el
asesinato…”

Hadiths, profecías de Mahoma (575-632)



        No debe existir una persona que en los últimos veinte años no se haya inquietado al advertir el veloz paso del tiempo. Las horas y los días, las semanas y los meses, los años y las décadas fluyen sin que  podamos hacer nada para frenar su incontrolable  aceleración.
        Aunque los relojes siguen marcando mecánicamente una duración fija de 24 horas para un día terrestre, en realidad son apenas 16 horas las que vivimos según las conclusiones de los científicos que afirman haber descubierto el origen de esta anomalía. La aceleración del tiempo subjetivo es una realidad que nos obliga a preguntarnos: ¿vivimos en realidad más años que las generaciones anteriores o simplemente duramos más biológicamente pero no existencialmente? ¿Qué mecanismos  cósmicos o planetarios están influyendo en las condiciones de vida hoy en la Tierra de un modo nunca antes registrado? ¿O es el hombre con sus modernas tecnologías el responsable de estas modificaciones?
        Hoy es unánime la certeza de que todo se inició en 1952 cuando el doctor Winfried Otto Schumann de la Universidad Tecnológica de Munich, comprobó que el  campo electro magnético que rodea la tierra (alrededor de 100 kilómetros hasta el límite con la ionosfera)   poseía  una resonancia más o menos constante de unos 7,83 hertz. (Hertz es la unidad de frecuencia del número de veces que se repite por segundo cualquier fenómeno electromagnético).
        Esta resonancia conocida hoy con el nombre de su descubridor, es una especie de marcapasos al que se ha dado en llamar “el latido de la Tierra” por cuanto  es el responsable del equilibrio de la biosfera, lugar donde se manifiestan todas las formas de vida conocidas. La mayor o menor fluctuación de un campo provoca directas perturbaciones en los demás.
        Las ondas de la Resonancia Schumann regulan nuestro reloj interno actuando sobre los estados de vigilia, el sueño y los sueños, las secreciones hormonales, los estados mentales, la estructura genética (ADN). Se estima que durante miles de años, tantos los vertebrados como el cerebro de los seres humanos ha tenido la misma frecuencia de 7,83 hertz.
        Sabemos por biólogos y cosmólogos que nuestro globo llamado Gea, Gaia, Tierra o  Gran Madre es un organismo vivo con el cual los humanos formamos una unidad única, inseparable. Como dijo Atahualpa Yupanqui en una bella metáfora: El hombre es tierra que anda.  Como nosotros el planeta vive, ama, siente porque poseemos la misma naturaleza bioeléctrica, vibramos en la misma frecuencia, tenemos un destino común al que no debemos renunciar al menos que aceptemos dejarnos caer en un abismo suicida.
        La Resonancia Schumann puede ser descripta como un sinnúmero de oleadas constantes de ondas electromagnéticas que aparentemente no son causadas por nada referido al interior, a la corteza o al centro de la Tierra sino por la actividad eléctrica de la atmósfera.
        Se ha demostrado que no podemos permanecer fuera de esa frecuencia biológica natural sin sufrir graves daños. Esto se comprobó por primera vez cuando se advirtió que los astronautas rusos y norteamericanos que viajaban al espacio exterior padecían de una serie de trastornos como dolor de cabeza, falta de coordinación, disminución de la capacidad de concentración y alteraciones del ritmo cardíaco. Se comprobó que si se los sometía a un simulador Schumann recuperaban el punto de equilibrio y su salud.
        Nuestro mundo funcionaba así hasta la década del 90 cuando empezaron a detectarse los cambios. La frecuencia vibratoria varió desde 7,83 a 11 y 12 hertz según las regiones. ¿Qué estaba sucediendo? Fue como si el corazón de la Tierra hubiera empezado a sufrir repentinas palpitaciones que antes no había padecido. Similar al síndrome de infarto en los humanos, el aumento del ritmo produce pánico, la sensación inminente de muerte, desequilibrios físicos y mentales tal como lo describe la medicina clínica.
        El descubrimiento de este cambio de frecuencia coincidió con la aparición de notables desequilibrios ecológicos: perturbaciones del clima (aumento de la temperatura), actividad volcánica creciente, mayores tensiones en los conflictos políticos y religiosos entre las naciones, aumento del comportamiento criminal de los individuos y otras consecuencias que los medios documentaron y mostraron a una sociedad desconcertada que más que globalizarse se estaría fragmentando hacia sus opuestos: las primitivas comunidades tribales.
        Volvemos a preguntar, ¿cuál es el origen de estos cambios? Una serie de investigaciones ha llegado a la conclusión de que se ha estado manipulando intencionalmente por parte del hombre estas ondas resonantes, estimulándolas hasta transformarlas en una de las armas más sofisticadas que parece surgida de la mente alucinada de un escritor de ciencia ficción.
        Sin embargo no se trata de fantasías ni de especulaciones intelectuales sino de un programa puesto en marcha por el Departamento de Defensa de los EE.UU. en el año 1990 mediante el conocido Proyecto HAARP, según sus siglas en inglés, conocido como “Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia”, instalado en la isla Gakona, en Alaska en la era de Ronald Reagan (coincidentemente la ex Unión Soviética era considerada en aquellos años como “El Imperio del Mal” del cual había que protegerse)  y la llamada  Guerra de las Galaxias, con el propósito de instalar un escudo antimisiles   para el cual se han invertido increíbles sumas de dólares hasta el 2020. Científicos y activistas de todo el mundo han venido denunciando este proyecto desde hace años aunque, como era de esperar, estas protestas han sido silenciadas y poco ha trascendido públicamente.
        Sea la misma naturaleza en su constante evolución o la intervención deliberada del hombre, lo cierto es que las consecuencias son notorias y constantes. La ciencia ha comprobado que la manipulación de la Resonancia Schumann podría intervenir en los procesos biológicos y psíquicos de potenciales enemigos.
        El ritmo vibratorio de nuestro planeta, de cuyo equilibrio depende la vida de todo cuanto existe, estaría siendo amenazado por la irresponsable manipulación del citado proyecto militar. El aumento o la disminución de la frecuencia normal del rango de 7,83 hertz puede alterar y producir desequilibrios según sean los propósitos de actuar política, militar, económicamente, etc. que podrían ser ejecutados por una determinada potencia, tales como:

·       Alterar la percepción del tiempo en seres humanos y animales.
·       Alterar los procesos químicos celulares.
·       Afectar los procesos de inmunidad.
·       Afectar el ritmo cerebral.
·       Acrecentar o disminuir los estados de conciencia.

La ionosfera, como sabemos, es un escudo que nos protege de las radiaciones mortales del Sol y del espacio exterior. Se sospecha que desde hace décadas, mediante el uso de ondas de radio de alta frecuencia se estarían taladrando agujeros en esta capa protectora con el riesgo de provocar gravísimos daños a la evolución de la Tierra y todo lo que ella contiene: nada menos que nuestra vida y el resto de las especies.
El Proyecto HAARP también conocido como “Arpa del Diablo” tiene, necesariamente, sus defensores quienes alegran que el mismo solo pretende  obtener ventajas de carácter científico y geofísico aunque sus detractores afirman que ese programa ya ha producido consecuencias catastróficas irreversibles.
Se puede considerar este proyecto como un “calefactor” de la alta atmósfera que ha provocado una tremenda ionización como consecuencia del  “efecto-espejo” al rebotar en la ionosfera. Posibles efectos denunciados: huracán  Katrina, recientes terremotos en Chile, Japón y China, tsunami de Indonesia. ¿Realidad o ciencia ficción?
        Aunque la opinión pública lo desconoce, estos experimentos  se iniciaron en las primeras décadas del siglo XX por el físico húngaro Nikola Tesla mediante la emisión de energía en la atmósfera. Tesla, contemporáneo y adversario de Edison y Marconi, entre otros cientos de inventos que patentó o que le robaron, logró la transmisión a grandes distancias de energía inalámbrica, es decir sin el uso de un medio físico. De los experimentos de Tesla de transmitir ondas electromagnéticas que logren reflejarse en la ionosfera y alcanzar grandes distancias es el origen, parece, del Proyecto HAARP. Justamente, aunque  el físico  húngaro fue denostado y murió en la pobreza, muchos de sus descubrimientos están siendo empleados para modificar el clima bombardeando la atmósfera con rayos de alta frecuencia que nos están afectando de manera dramática y comprobable.
        Potencialmente se podría desestabilizar economías regionales a través de alteraciones climáticas a un costo mínimo y sin ningún tipo de compromiso militar o político. Por ejemplo, se ha detectado en la atmósfera la presencia de sal de bario, una sustancia altamente tóxica y absorbedora de humedad (retiene hasta 7 veces su peso) con cuya diseminación se podrían producir grandes sequías.
Si es público y reconocido que el Proyecto HAARP ha sido puesto en ejecución y es subvencionado por organismos oficiales de EE.UU.,  ¿podrían éstos eludir su responsabilidad en caso de sequías, inundaciones, terremotos o temporales en regiones o países adversos a sus intereses, a su política intervencionista como se sospecha que ya ha sucedido  en diversos lugares del mundo?
Sobre las posibilidades de modificar la frecuencia Schumann con lo que esto puede significar, rozamos los límites de ciertas teorías que pululan en los círculos de la ciencia,  el esoterismo y la más pura imaginación a los que los académicos rechazan por carecer de sustento y rigor científico.
Aun prescindiendo de estas contradictorias elucubraciones, entre afirmaciones y rechazos, podemos aceptar que desconocemos las causas pero no los efectos, las sorprendentes consecuencias  de estos cambios  producidos por la evolución cósmica o por obra y responsabilidad humana, ¿quién podía asegurarlo y demostrarlo?
Diferentes estudios sobre la estabilidad  terrestre sugieren que el norte magnético  se está desplazando. Uno de los efectos de este fenómeno sería la alteración en la percepción del tiempo. Si la frecuencia magnética se ha elevado de 7,83 a extremos de 11 ó 12 hertz, significa una evidente alteración del ritmo de la vida. Está bien, aceptemos que descocemos las verdaderas causas, pero ¿quién podría explicar la desorientación que experimentan las ballenas, orcas y pingüinos, las aves y mariposas migrantes que pierden su rumbo y encallan o mueren porque han perdido la orientación magnética que los ha guiado por cientos de miles de años?
Cuando el organismo humano está siendo excitado de manera inédita, ¿quién podría conocer el origen del aumento de la violencia criminal, familiar y social, la homofobia cuyas cifras diarias equivalen a las bajas en una guerra permanente? Quienes han visto el documental de Michael Moore, “Bowling for Columbine” se habrán estremecido ante semejante oleada de ira y muertes en el país que es considerado el paradigma de la democracia y el progreso.
        Como no tenemos respuestas solo nos queda por último exponer otros interrogantes. ¿Cómo ha sido posible que cientos de famosos economistas, incluyendo varios premios Nobel no hayan advertido a tiempo el tsunami financiero, la catástrofe originada por la enfermiza voracidad por la riqueza  que ha afectado a las economías del planeta en su totalidad?
        ¿Será posible que la prepotencia y la altanería militar hayan diseñado un Proyecto HAARP tan eficiente y peligroso que en algún momento, como en la metáfora del aprendiz de hechicero, vuelva  sus poderes contra su creador?
        Dejemos trabajando a los científicos y políticos, a los estrategas internacionalistas, a los ecologistas y humanistas y también a los visionarios y profetas, a los que están convencidos de que nos encontramos  en las vísperas del “fin de los tiempos” anunciados por las Profecías Mayas para el 2012, a los auscultadotes del futuro que predicen el ingreso a la cuarta dimensión, a los astrólogos que nos hablan de la Era de Acuario, justamente ahora, cuando se están licuando los polos que podrían obligar a modificar el nombre de nuestro planeta que ya no se llamaría Tierra sino  Planeta Agua.
        Como ha sido  desde su origen el lenguaje, la imaginación, la poesía y el arte, nos dicen que la vida es más poderosa que la muerte, que la Tierra y el Hombre, vibrando en la misma frecuencia electromagnética, no sólo sobrevivirán a los cambios sino que unidos ingresarán a un nuevo tiempo, justamente cuando llegue “el fin de los tiempos”.


Juan Coletti

No hay comentarios:

Publicar un comentario