SEAMOS BREVES


Seré breve pues, como dice el refrán, lo bueno si es breve es dos veces bueno. ¿Por qué debería yo emplear tantas palabras si lo que voy a decirles es tan simple? ¿Debemos picotear como los loros y repetir una y otra vez la misma frase? Son preguntas que formulo para advertirles sobre los excesos en la conversación, sobre la abundancia innecesaria en el lenguaje escrito. Por más labia que tenga una persona eso no significa que sea ni culto ni inteligente. Deben  ustedes aprender a ser breves y concisos y recordar otro antiguo refrán que dice sencillamente: La palabra es oro.  Si prestamos atención descubriremos cuánta cháchara  se oye por todos lados, en la calle, en el ómnibus, en la oficina, en la misma escuela. ¿Quiénes son los que parlotean con tanta liviandad? Pues los charlatanes  que aprovechan la mínima oportunidad  para  lanzar sus largos  y aburridos discursos. Son los parlanchines que no faltan en cada reunión, en cada festejo familiar, en cada encuentro de padres. Ellos no tienen en cuenta que también los otros desearían echar un par de párrafos, participar en la conversación, enriquecer el diálogo. Pero no, no será así porque el lenguaraz les ganará de mano, arrebatará el micrófono o tomará la palabra y a partir de ese momento  no parará un instante. No se lo  podrá  interrumpir  pues no dejará un resquicio, un pequeño hueco por el cual otro pueda meter la cuchara, es decir que pueda decir lo suyo, con justicia. Dios nos libre del vanilocuo. ¿Quién es un vanilocuo? Nada menos que un vanidoso locuaz, un pavo real que cuando habla se escucha a sí mismo con tal desparpajo que da risa. Procuren meditar sobre lo que estoy aconsejándoles para que jamás caigan en semejante verborrea que los convertirá en el hazmerreír de la ciudad. Tengan presente la sabiduría que encierran las frases populares, como aquella que nos dice: Al pan, pan y al vino, vino, que nos invita a ser precisos y justos en el empleo del habla. Habrán escuchado por ahí la expresión  tiene un pico de oro. ¿Qué significa? Que es alguien de habla perfecta, uno que parlotea sin descanso, con facilidad y soltura, con llamativo arrebato. Huyan, como si fuera una peste, de la grandilocuencia, de toda clase de excesos, de las repeticiones innecesarias. ¿Para qué emplear miles de palabras si podemos decir lo mismo con mucho menos? Estoy segura de que ninguno de ustedes continuaría leyendo un libro en el cual el autor repite una y otra vez las mismas escenas, los mismos parlamentos, que da vueltas en círculo como aquel que se ha extraviado en un desierto. Amen la brevedad porque, según dicen los sabios, lo pequeño es hermoso.  Sean avaros de su tiempo, no desperdicien sus horas hablando por el solo gusto de hablar, no malgasten sus mejores momentos en conversaciones sin sentido en las que se empleen palabras huecas, murmuraciones  y cuchicheos  al por mayor. Nuestro deber es dar el ejemplo, servir de modelo a las generaciones que nos siguen para que no caigan en los mismos errores ni en las mismas tentaciones. Lo que simplemente quería decirles es:
       -Buenos días, alumnos.
       -Buenos días, señora directora.



Juan  Coletti

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